11.2.07

La Vie en Rouge


ZEROKA NO ONNA: AKAI WAPPA

Yukio Noda, 1974


Miki Sugimoto

Rokko Toura

Eiji Go
Tetsuro Tamba

3,5/5


A veces el traje, los complementos y demás parafernalia... en definitiva, la estética que rodea a un personaje lo es todo. Y si no me creen fíjense en la voluptuosa Vampirella, cuyos risibles orígenes quedan eclipsados por un espectacular modelito compuesto casi exclusivamente por un par de exiguas cintas rojas.
Rojo, ése es el color predilecto de Rei, Zero Woman (literalmente "Mujer Cero"), llamada así por pertenecer a una sección especial de la policía que corresponde a tal numeración. Dicho departamento posee un código de actuación propio separado del resto del cuerpo, y, en consonancia, una forma de vestir alejada de los cánones habituales, adelantándose en unas cuantas décadas al fenómeno de la costumización.
Rei no sólo luce el color de la sangre en gabardina, pantalones, pendientes, ropa interior y lápiz de labios, sino que lo hace extensible a los utensilios de trabajo tales como su pistola, esposas ¡arrojadizas! y documentación. Todos estos elementos confieren a la actriz Miki Sugimoto un carisma y atractivo visual considerable, que emparenta a su personaje con la memorable Scorpion interpretada por Meiko Kaji. Los paralelismos entre ambas no son casuales, como se expone a continuación.

Tanto una creación como la otra comparten pareja de escritores, Fumio Konami y Hiroo Matsuda, lo cual explica el parecido entre las protagonistas. Scorpion y Zero Woman visten distintivos atuendos a juego con un caracter impasible que oculta su fuego interior. Las dos intérpretes atesoran belleza y un físico atlético de curvas en equilibrio. Ambas cuentan con un tema musical personalizado que encabeza sus respectivas películas. Y eso que aún no se ha comentado el tono general de los filmes, auténticas orgías de apuñalamientos, violaciones, cruentas torturas, piel desnuda y demencia lírica nipona.

Sí, las coincidencias son demasiadas como para ser ignoradas, aunque prestando atención a la fecha de producción de las dos obras y el éxito de Scorpion resulta comprensible que se explotase la fórmula buscando un reconocimiento similar en taquilla. Al parecer el intento no fue fructífero, pues la franquicia de Zero Woman se estancó en su debut hasta bien entrados los años 80, cuando se recupera a la gélida Rei en unas coordenadas bien diferentes: tetitas por doquier y una creatividad visual ajustada al mercado destinatario; el softcore rodado directamente para vídeo.
No está en mi ánimo el hacer una extensa comparativa entre los títulos, así que baste con decir que la película reseñada apenas se acerca al nivel de calidad mostrado por las dos últimas entregas de la saga protagonizada por Meiko Kaji y queda lejos de sus predecesoras. Con respecto al particular duelo entre ésta y Miki Sugimoto, mejor será recurrir a la socorrida salida de "todas las comparaciones son odiosas", que no por sobada deja de ser cierta.

Muy bien, pero seguramente llegados a este punto se preguntarán de qué demonios trata la película. Si ése es el caso, lean, lean:

La Agente Cero es encerrada en presidio por haberse propasado en el ejercicio profesional (digamos que ha descubierto un nuevo agujero de ventilación en los genitales de un violador). No durará mucho a la sombra porque en breve se requerirán sus servicios para una crucial misión. Deberá infiltrarse en una banda de criminales de tercera fila que en una de sus violaciones rutinarias han dado con una mina de oro; nada más y nada menos que la hija del futuro primer ministro de Japón. Lo que en principio iban a vender como mercancía a cualquier prostíbulo se convierte en la posibilidad de conseguir unos cuantos millones de yenes a través del chantaje. Ni qué decir tiene que es preciso llevar el asunto en estricto secreto para evitar posibles consecuencias políticas. Bajo este delicado panorama deberá desplegar sus artes (en el sentido más amplio) la Mujer de Rojo. Le espera un camino generoso en violaciones, torturas, litros y litros de sangre vertidos a presión, explosiones, abrasiones y un adverso giro final de los acontecimientos.

Los lectores más detallistas se habrán dado cuenta de que en el texto precedente se hallan desperdigadas unas cuantas variaciones del término violación. Su uso no tiene nada de gratuito, puesto que durante el desarrollo de la historia se suceden unas cuantas muestras de este acto de connotaciones que trascienden el plano sexual. Los japoneses sienten especial predilección por esta práctica tan mal vista en nuestra parte de la esfera y acostumbran a representarla con asiduidad en el cine. Si me permiten la expresión, los nipones se han convertido en unos estetas de la violación, poniendo un cuidado en su filmación que alcanza límites enfermizos. Zero Woman no es uno de los peores exponentes en esta materia, y sin embargo se cuelan algunos detalles que ilustran esta afirmación: llantos y gritos desesperados, el oportuno estrujamiento de senos, envolver la cabeza de la víctima con su ropa interior, un primer plano de los hilillos de sangre que bajan por las ingles...

Junto a esta manifestación de violencia se encuentran un número considerable de asesinatos, resueltos de manera fantástica en la mejor tradición del país. Quizá mereciese la pena investigar si los procesos fisiológicos del pueblo japonés son sustancialmente diferentes a lo estudiado por la comunidad científica de por aquí. Sólo así podrían explicarse esos desangrados estilo sifón tan llamativos.

Un subtexto presente de manera sucinta en la trama es el del odio racial, o más concretamente de las consecuencias de la ocupación norteamericana post-guerra en Japón. El culpar a los gaijin de la decadencia cultural y social del país es un argumento tratado con anterioridad en la pantalla grande, si bien raramente se recurre al adoctrinamiento ramplón. En Zero Woman se ve ejemplificado por la chaqueta de la marina estadounidense que el lider de la banda lleva puesta en la violación inicial, por los planos de aviones americanos insertados durante ésta (superando así el mero simbolismo fálico del objeto), por la escena en la cual los criminales se alivian sobre un cartel que reza "propiedad del gobierno de los EEUU"...
Mucho más explícito es el retrato del único personaje occidental de cierto peso en la película, dibujado como un patán ruidoso y de malos modales. Un auténtico energúmeno, en pocas palabras.

En cuanto al aspecto técnico del filme, predominan los aciertos gracias en su mayor parte a una fotografía que sin demasiados alardes entra con gusto por los ojos. El marcado contraste cromático cercano al de los cartoons (sólo hace falta fijarse en las armas de Rei) dota a la cinta de una adecuada distinción visual a la que no le tiembla el pulso cuando llega el momento de hacer una jugada arriesgada. De este modo, los fondos cambiarán de color (vivos rojos y violetas) exteriorizando el estado emocional de la protagonista.
La banda sonora acompaña a las imágenes a la perfección, y pese a su eminente caracter occidental (esos wah-wahs...) se ajusta a la historia cumpliendo con su cometido.

Si a lo mencionado le añadimos un montaje trepidante, en el que los eventos se suceden sin la más mínima pausa, obtenemos una cinta cuyo visionado Hijo del Celuloide recomienda sin reservas.
Ah, el cine japonés de los años setenta... cuántos placeres por descubrir. Una década que ojalá no hubiese terminado nunca.

1 Comments:

Blogger Jimmy Jazz said...

Gran post. Una pena descubrir este blog tan tarde.

"Zero Woman" es impresionante. Es una pena que no tuviera continuidad (en la epoca) como serie. Como bien dices, es una pena que ese cine japones no superara la decada de los 70 (aunque tambien le paso al Italiano, al español e incluso a mucho del cine americano), que miticos esos 70.
Supongo que la conoces pero "Sex and Fury" es otro tremendo titulo de la epoca que si no has visto te recomiendo totalmente. Tomo nota de "Scorpion", me hare con la serie que promete muchisimo.

10:54 a. m.  

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