9.6.06

La Explosión Z

DEATHSPORT

Allan Arkush, Nicholas Niciphor y Roger Corman, 1978

David Carradine
Claudia Jennings
Richard Lynch
David McLean

4/5



Si fuera necesario encontrar un sustituto a la palabra GRANDE, aconsejo descartar infructuosas consultas al diccionario y optar por acoger el término que más se aproxima al concepto original: Deathsport.

Perfecto exponente de la Teoría Circular del Arte, Deathsport posee potencial para considerarse tanto la mejor como la peor película posible. Pero se habrán dado cuenta de que el que esto escribe ya ha tomado partido, lo cual no ha resultado nada complicado teniendo en cuenta los mimbres con los cuales se ha confeccionado este cesto de maravillosas sorpresas.



Les propongo un superfluo ejercicio: Cojan papel y lápiz y enumeren todos aquellos elementos que según ustedes deberían constar en cualquier producción de Serie Z que se precie de serlo. Después tiren la lista a la papelera (¿por qué han perdido el tiempo en semejante tontería, para empezar?) y vean el filme. Una de dos; o su furia homicida hacia mi persona aumenta de manera exponencial, o están demasiado ocupados buscando su mandíbula por el suelo entre numerosas capas de polvo y envoltorios de caramelos. Y de ser éste el caso, replantéense la limpieza doméstica antes de que sea demasiado tarde. El cine nos ha enseñado en incontables ocasiones que los lugares mugrientos y oscuros son extremadamente propicios para albergar criaturas maléficas. O, peor aún, ¡podrían ser sets de rodaje en películas de David Fincher!

Los familiarizados con la carrera de Roger Corman digerirán con gusto las bondades de Deathsport. Título que, por otra parte, constituye un puente imaginario entre dos cintas en las cuales David Carradine repite protagonismo: la celebrada Death Race 2000 (Paul Bartel, 1975) y The Warrior and the Sorceress (John C. Broderick, 1984). Con la primera comparte la pasión por el entretenimiento futurista-horteril motorizado, y con la segunda el entorno de espada y brujería en clave de low fantasy.
Si alguno de ustedes ha tenido oportunidad de ver estas obras será capaz de precisar lo que cabe esperar estética y conceptualmente de la película. Pero a fin de poner sobre aviso a rezagados y, no nos engañemos, para pasar el rato, a continuación ofrezco un pequeño inventario de los aspectos más llamativos. Claro que toda descripción sólo puede aspirar a un pálido reflejo de lo que supone su espirulizante visionado.

1. Hombres y mujeres en distintos grados de desnudez.
Ellas tienen a David Carradine luciendo figura mediante un taparrabos que, a pesar de no alcanzar los extremos de fascinación de Sean Connery en Zardoz (John Boorman, 1974), hipnotiza lo suyo. Ellos a la playmate Claudia Jennings y a Valerie Rae Clark en sendos desnudos integrales.
Qué quieren, eran tiempos en los cuales conceptos como las “leyes de paridad” se encontraban en estado embrionario. Y conocemos muy bien al público al que iban dirigidas estas producciones.
Teniendo en cuenta el discutible vestuario (¡esos monos de color metalizado!), es bastante más digno no llevar nada puesto.

2. Espadas de plástico.
De plástico transparente con la empuñadora roja, para más señas. Pese a su apariencia de juguete deben de ser bastante afiladas, pues en una de las escenas decapitan a un motorista como si nada.
Ah, y al igual que los sables jedis a cada movimiento le acompaña un simpático sonido eléctrico.

3. Explosiones.
Es prácticamente imposible contar el número de explosiones presentes en el filme, y es que da la sensación de que en Deathsport todo es susceptible de explotar. Especialmente las motos, llamadas “Máquinas de Muerte” supongo que por la facilidad con la que vuelan en mil pedazos al más ligero contratiempo, llevándose consigo a sus conductores.
Y si se pierden algún detalle de la combustión no es necesario que recurran al mando a distancia. Con certeza será reciclado en posteriores escenas en la mejor tradición de Roger Corman.

4. Secadores de pelo desintegradores.
Atención porque bajo su inofensiva apariencia se esconde un arma mortífera capaz de volatilizar a sus objetivos en cuestión de segundos. Pero antes de abandonar la existencia, estos se transformarán en una masa de pintura roja. Lo cual nunca ha sido un buen presagio.

5. Torturas psicodélicas.
Cierto es que con David no se esmeran demasiado puesto que le atormentan a base de latigazos faltos de imaginación, pero las mujeres tienen trato preferencial. Por un lado están las descargas eléctricas en camilla ambientadas por lucecitas intermitentes que, supongo, constituirán un serio peligro para los espectadores aquejados de epilepsia. Por otro, un ingenioso mecanismo consistente en una plataforma del techo de la cual cuelgan ¿atrayentes? tubos de colores que con presionar un botón inflingirán un dolor insoportable. Primero se capta la atención de las féminas y después se las fríe sin compasión.
Lo han adivinado. El desnudo completo es condición sine qua non para la aplicación del procedimiento. Bravo por el ingeniero. Pero es que además una de las víctimas nos deleita con un baile en pelotas muy sentido antes de ser ejecutada. Sensacional.

6. Motos horrendas.
El diseño de estos vehículos no podía ser más espantoso. Por lo visto, en el futuro post-nuclear la mayor pérdida sufrida es la del sentido del gusto. Sólo así se pueden justificar esos frontales de aluminio tan voluminosos adornados por una especie de “s” del revés. Aunque para lo que van a durar de una pieza…

7. Acrobacias estúpidas.
¿Saltos absurdos? ¿Coreografías ridículas? ¿Estrategias de ataque y defensa infantiles? Todo esto y mucho más encontrarán en Deathsport.

8. Más explosiones.
Perdonen que insista al respecto, pero es que aquí explota hasta la script-girl. Un leve roce, una caída tonta son suficientes para arder en llamas. Y de entre ellas, los conductores que no son maniquíes emergen agitando los brazos a cámara lenta como saludando al respetable.

9. Mutantes de ojos desorbitados.
Los mutantes de la historia están desprovistos del glamour de los famosos X-Men. Su forma de expresarse mediante gruñidos, su miserable apariencia y, sobre todo, sus ojos como pelotas de ping pong les delatan.
Juegan un papel vital en la película, concretamente protagonizan una de las enésimas subtramas que no van hacia ninguna parte.

10. Poderes mentales chorra.
Los jedis poseen La Fuerza, y sus equivalentes en Deathsport La Conciencia. Cómo funciona y qué es exactamente no se explica en ningún momento, pero su adhesión a la trama aporta el toque lisérgico que termina por redondear el producto.

11. Ruiditos irritantes.
Muy probablemente reciclados de otras películas como Star Wars o Star Trek o saqueados de los anteriormente populares discos de efectos especiales, hoy en día en desuso debido a la proliferación de bancos de samples.

12. ¿He mencionado las explosiones?

Desde luego, Deathsport no puede presumir de ser un dechado de coherencia. La combinación de elementos dispares (muchos de ellos tomados… ejem… prestados de Star Wars) se efectúa por acumulación en vez de por asimilación, y el empacho estaría asegurado de no resultar un teatrillo continuamente sorprendente y divertido.
Añadamos a un David Carradine que al llevar a cabo su trabajo parece estar repasando mentalmente las tablas de multiplicar y unas frases que alcanzan el pináculo de la excelencia literaria (“Te mataré con… mi espada”) y comprenderán mi entusiasmo.
Demonios. Si el duelo final, epítome de la cinta, y su desacompasado montaje no logran arrancarles una sonrisa, es que esto sencillamente no es lo suyo.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Dios, mola una barbaridad, es inexplicable que no la haya visto nunca en aquellas delirantes razzias al vídeoclub de barrio que hacía casia diariamente en los ochenta.

Y mucho más raro aún es que tampoco la haya visto en Canal Sur, donde han debido de echar toda la serie-z del mundo en sus primeros diez años de emisiones.

Ñam, ñam.

PS: El actor de Ratman da una grima de la hostia, macho.

10:43 p. m.  
Blogger c said...

A lo mejor no hacen ni falta, pero ¿Hay subtítulos de esta maravilla?

Crazy J!
Fan acérrimo de la Carrera de la Muerte del Año 2000.

11:45 p. m.  

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