5.6.06

Asilo del Tedio

ASYLUM OF SATAN

William Girdler, 1975

Cuando el foco de interés de una película es analizar el estilismo en peinados y vello facial, se intuye que pocos elogios pueden venir a continuación. Justo es reconocer que existen filmes en que ni eso. Es más, podría citar infinidad de perspectivas mucho menos atractivas como base para entretenerse durante hora y media. Tan sólo hace falta recordar lo divertidas que resultan hoy en día ciertas producciones de los años ochenta gracias a las chirriantes melodías sintetizadas, al vestuario (probablemente se trate de la única década de la que finalmente no se recicle la moda) y, por supuesto, a los cortes de pelo, con un volumen y unos rizos que en pleno Siglo XXI desafían el sentido del ridículo. Asylum of Satan no pertenece a esa maravillosa época, pero en materia de fascinación capilar puede mirarse de tú a tú con cientos de títulos venideros.

Dirigida por William Girdler, autor de esa oda al “everything goes” llamada The Manitou (1978) en la que un fondón Tony Curtis se enfrentaba a un espíritu indio enano, Asylum of Satan narra una historia que, más que eso mismo, parece un esbozo de unas cuantas líneas en el cuaderno de un adolescente de imaginación promedio. Da hasta apuro describirla, así que omitiré el trámite y pondré el índice sobre dos o tres detalles dignos de mención. Porque divagar sobre la disfunción urbana ocasionada por la futura visita del Papa a Valencia estaría fuera de lugar, ¿verdad?

Punto uno: En este asilo es normal, normalísimo que los silenciosos pacientes se vistan con túnica y capucha blancas. Claro que los que no usan esta indumentaria son pasados por la trituradora secuencialmente conforme avanza la cinta, así que, al menos, como método de discriminación y ordenación funciona.
Por cierto, el menú diario consiste en un huevo duro sin acompañamiento. Las probabilidades de ser asesinados en este centro de reclusión se antojan elevadas, pero por delicatessen culinarias no será.

Punto dos: Las víctimas sellan su destino a lo Fulci. Un Fulci remilgado y carente de inspiración, sin embargo. Especialmente llamativa es la muerte de la mujer de mediana edad, entre chorros de vapor que no se sabe muy bien qué rayos representan y arañas (no ya de plástico, sino de gominola) que se labran camino hacia el interior de su cavidad bucal.
Como en una película de Antonioni, nadie echa en falta a nadie y al final todo se olvida.

Punto tres: Visto lo visto, el que una de las celadoras sea un hombre travestido no debería ser motivo de sorpresa. Si se ofrece para frotarte la espalda cuando te estés bañando, niégate primero educadamente y después concédele plena licencia. Porque no hay nada de temer y, sobre todo, porque es esencial.
Cabe señalar que el gomoso Satán (interpretado, curiosamente, por una mujer) que acecha en el sótano del edificio resulta mucho menos grotesco en comparación. Eso sí; como se revelará al final, aguafiestas es un rato.

Lo cierto es que estos satánicos son bastante aburridillos y por no haber, no hay ni tetitas (¡imperdonable!). Y eso que Carla Borelli constituye una materia prima nada desdeñable.
En definitiva, ahora que he malgastado mi tiempo en verla y venir a contárselo no es necesario que ustedes hagan lo propio. A no ser que su fetiche inconfesable sean los peinados, en cuyo caso algún partido extraerán de la experiencia.
Compártanlo: no sean egoístas.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

tiene buena pinta, mmmmmm... delicatessen psicotrónica de la mejor. Por cierto, la del vestidito azul con gafas y pinta de bibliotecaria revenia me recuerda a un Michael Palin transvestido. Estoy enfermo doctor?

Un saludo VideoAreniL.

11:41 a. m.  
Blogger Unknown said...

Pues o estamos enfermos los dos o ahí hay truco. Se vé claramente a un tipo trasvestido, vamos. Hay que joderse con la serie B, eh...

5:48 p. m.  
Blogger superdiscochino said...

Sí, hay que joderse.

A todo esto, yo venía a comentarles otra zetosidad mucho más llamativa, pero estoy rendido.
Mañana será. Si acaso.

saludos.

9:28 p. m.  

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