Pero, ¿quién es Drácula? (6)

Héctor Cantolla
Brácula, Condemor II (Álvaro Sáenz de Heredia, 1997)

La Trilogía del Terror perpetrada por Álvaro Sáenz de Heredia con el trasnochado Chiquito de la Calzada como protagonista alcanzó su punto álgido en Brácula, Condemor II (1997). Cumbre del trash hispano, Brácula es un filme no exento de alicientes, como la presencia de una escultural Carla Hidalgo luciendo unas dotes interpretativas mínimas y unos atributos pectorales máximos, o unos delirantes números musicales que provocan a la par sonrojo y júbilo en un explosión incontrolable de (exquisito) mal gusto.

¿No han tenido el placer de verla? Pues deléitense con el siguiente diálogo; uno de los múltiples extractos merecedores de riguroso estudio:

Lucas - ¡Un féretro, Señor Conde! ¡Una caja!
Condemor - ¿De bombones?
Lucas - ¡No! Una caja de muertos.
Condemor - ¿Una caja de fiambres? ¡Morta, morta… mortadela!

En lo que respecta a Drácula, apenas hace acto de presencia durante los minutos finales, ya que Condemor (Chiquito) se encarga de suplantar al personaje con el éxito previsible.
Yendo al grano: Héctor Cantolla es un Drácula patético. Tanto es así, que su intervención destaca negativamente en medio de un panorama que, con toda justicia, se puede calificar de desolador. Este vampiro sobreactúa a un nivel observado en contadas ocasiones. Su gutural manera de pronunciar las frases, entre gorgoritos con Licor del Polo y los habituales siseos asociados a los chupasangres en el cine, deviene tan irritante como su manía por morder objetos, entre ellos una cabeza de ajos y un zapato.
Lo más destacable de la función, sin duda, es su inédita habilidad de transformarse en un monstruo que expele fuego por la boca y las manos, perpetuando una tradición atávica con ejemplos en títulos imprescindibles como Robo Vampire (Joe Livingstone, 1988) y Kalimán en el Siniestro Mundo de Humanón (Alberto Mariscal, 1976).