11.5.06

Las enfermeras del Siglo XIX usaban bikini

THE JEKYLL AND HYDE PORTFOLIO

Eric Jeffrey Haims, 1971

La archiconocida novela de Robert Louis Stevenson se ha ganado a pulso un lugar destacado en la historia de la literatura de terror debido a la atemporalidad de su temática y a su facilidad para ser vampirizada por otros medios (el personaje del cómic Hulk no deja de ser una adaptación del concepto al subgénero superheroico).
Por supuesto, el cine ha exprimido el libro en decenas de ocasiones, desde los años iniciales del siglo pasado hasta nuestros días, desnaturalizándolo con frecuencia, pero también entregando jugosas revisiones del mito (ver la hammeriana Dr. Jekyll and Sister Hyde).
No es el caso, ni remotamente, de The Jekyll and Hyde Portfolio.

En esta ocasión la trama se sitúa en un centro de instrucción de enfermeras del Siglo XIX afectado por una serie de extraños asesinatos relacionados, al parecer, con los signos zodiacales. La policía tiene sospechosos de sobra a los que interrogar: el Dr. Cabala, director de la institución, la Enfermera Jefe, traumatizada por la muerte de su hija y a su vez excitada por sus subordinadas en las cuales ve un reflejo de la difunta (?), el criado jorobado con tendencias vouyerísticas, el doctor que gusta de diseccionar ranas a todas horas del día, la cocinera, deseosa de vengar las cicatrices que una de las internas le propinó mientras libera sus frustraciones decapitando pollos, etc…
Como era de esperar, las fuerzas del orden darán tumbos por el lugar sin descubrir nada digno de mención hasta los minutos finales de la película, en los que los acontecimientos se precipitan sin orden ni concierto.

Conviene recalcar que el filme no es pobre, sino pobrísimo tanto en medios como artísticamente. Los decorados son habitaciones vacías adornadas con un par de cachivaches, las tomas cámara en mano parecen realizadas por una persona aquejada de Parkinson, las interpretaciones (especialmente las de ellas, pero no es lo que se les exige en verdad) dejan mucho que desear, el montaje podría pasar por un ejercicio de postmodernidad descartada la ineptitud del encargado…
La oscuridad del título, no obstante, ha jugado a su favor, y que las escasas copias que circulan de él se hallen en condiciones pésimas de visionado contribuye a mejorar la experiencia.
Qué quieren que les diga; a mí la mugre ajena siempre me ha resultado fascinante. En particular la que entra por los ojos.

Destacaremos las escenas en las que el sádico doctor disecciona ranas con fruición ante la asqueada mirada de las enfermeras (todas ellas jóvenes y de buen ver, naturellement). Llega incluso a extirpar el corazón para mostrarles (a ellas y a nosotros) que sigue latiendo en la palma de la mano.
Como técnica para ligar deja bastante que desear a mi juicio, aunque no se puede negar que es un espectáculo impresionante. Pobrecitas ranas.