10.5.06

El Vampiro y el Queso de Grouyere


DRACULA VS. FRANKENSTEIN

Al Adamson, 1971

J. Carrol Naish
Regina Carrol
Zandor Vorkov
Lon Chaney Jr.

1,5/5



Ah, Drácula y el Monstruo de Frankenstein.
El hecho de que los dos personajes más significativos de la literatura de terror compartan tiempo de pantalla constituye un gran reclamo visual al cual ningún aficionado al fantastique que se precie es capaz de resistirse. Y más cuando la tónica general parece discurrir por los caminos de la confrontación más que por los de la alianza.
Hay algo sumamente atractivo, casí poético, en el titánico duelo protagonizado por una figura ajena a la esfera del mundo racional tal como es Drácula, y el mayor triunfo y fracaso a la vez de la ciencia (el Monstruo de Frankenstein). Del choque entre ambos, pues, se esperan consecuencias que van más allá de una mera competición de fuerza bruta, sean éstas explícitas o pertenecientes a un nivel subtextual.
Desfortunadamente el potencial que subyace a semejante escenario ha sido desaprovechado en la mayoría de ocasiones, optando por el trillado pastiche de serie B en el cual ambos personajes se enfrentan a tramas pueriles que hacen nula justicia a la magnitud de sus orígenes literarios. Tómese por ejemplo el Drácula vs. Frankenstein de Jess Franco (1972), tan interesante en lo visual como poco inspirado es su guión. Apenas un año antes Al Adamson había plasmado su visión de la historia con resultados parecidos, si bien el espíritu que da aliento a los dos filmes es distinto. Donde Franco fabula una combinación entre el cine expresionista y el pulp más ingenuo, Adamson firma un batiburrillo de tópicos hijos de su tiempo en el que cabe casi de todo: hippies descerebrados, bandas de moteros, psycho-killers de hacha en mano, científicos locos, monstruos de feria, alucinaciones lisérgicas, mirrorballs, proclamas políticas...
Se podría decir que tanto Drácula como Frankenstein ejercen de testigos de excepción en los sucesos ocurridos en el filme hasta llegado el final... ¡y qué final!
Pero mejor será no adelantar acotecimientos y situarnos en el principio.

Judith Fontaine busca a su desaparecida hermana Joanie ante la total pasividad de la policía. La última vez que fue vista se encontraba junto a una comunidad hippie en Venice (California) y allí dirige su investigación. Judith no sospecha que su hermanita ha sido víctima de la sangrienta lujuria homicida de Groton, un lastimoso tarado al servicio del Dr. Murray, último descendiente del linaje Frankenstein. Éste se dedica a regir una atracción de feria junto a la playa como tapadera para ocultar sus aviesos experimentos versados sobre el dominio de la vida y la muerte.
Una noche recibe la visita del mismísimo Conde Drácula que le propone un inusual pacto en el cual le facilitaría el cuerpo del legendario Monstruo de Frankenstein a cambio de la confección de un suero que garantizaría su invencibilidad. Murray acepta y comienza una ola de asesinatos de tiernas jovencitas con el fin de extraerles la esencia del terror a partir de la cual pretende formular tan terrible compuesto. Sin embargo Judith tiene algo que decir al respecto, y no será un obstáculo tan fácil de superar como hace presagiar su frágil apariencia.

Planteada inicialmente como una secuela de Satan's Sadists (1969), película de moteros también rodada por Adamson, sólo así se explican ciertas secuencias insertadas a modo de pegote en la trama principal del filme. Parece ser que la decisión de convertir el proyecto en una historia de "terror" se produjo cuando el rodaje ya estaba bien avanzado, por lo que ni aún realizando los recortes correspondientes en el proceso de montaje se consiguió eliminar personajes y situaciones con el fin de formar un todo coherente. Es parte del cutrerío general de la cinta, fruto de las típicas carencias presupuestarias intrínsecas a la serie B y que en este caso se hacen especialmente notorias en los efectos especiales.
Échese un rápido vistazo al maquillaje del Frankenstein para convencerse de ello. Una suerte de bochornosa mezcla entre un queso grouyere en descomposición y el muñeco de Michelin que provoca espanto. Espanto porque alguien llegue a tener el convencimiento de que su visión pueda producir terror. Y aún habremos de dar gracias, puesto que la intención primigenia era conventir al Monstruo en un vampiro al servicio de Drácula. La idea fue desechada cuando comprobaron que era imposible sujetar los colmillos tras la gomosa careta que portaba el actor John Bloom. Lo cierto es que hay conceptos que es mejor guardar dentro de los discretos dominios de la imaginación.

Lo que escapa a cualquier tipo de clasificación es la representación de Drácula efectuada por el desconocido Zandor Vorkov. Bajo tan rimbombante nombre, probablemente un pseudónimo, se esconde un actor con una nada despreciable planta, pelo rizado y perilla que, como mínimo, constituye una curiosa elección para dar vida al Conde. Zandor da muestras de unas lamentables dotes interpretativas, en parte debidas a su monótona manera de recitar los textos agravada además por un efecto de eco que acompaña a cada frase. Como consecuencia, el espectador en vez de verse sobrecogido bajo un influjo sobrenatural siente una extraña repugnancia que, de alguna retorcida forma, no carece de una hipnótica sensualidad. Por si fuera poco el movimiento de sus ojos delata que ocasionalmente lee las líneas de diálogo, y lo peor es que no es el único actor que lo hace. El maquillaje de Drácula no iba a desentonar con el de su contrapartida, y, aunque mucho menos llamativo, presenta un color blanco fosforito ideal para lucir en las mejores verbenas de pueblo. Mención aparte merece el anillo familiar de Drácula, con el cual hace gala del único poder demostrado a lo largo del filme consistente en un rayo mortal de dibujitos animados. Al parecer su elaboración debió de ser particularmente laboriosa, pues tiene una mención destacada en los títulos de crédito tras la relación de intérpretes.

Otro aspecto digno de comentario es el personaje de Groto, interpretado por el mítico Lon Chaney Jr. en la que a la postre sería la última actuación de su carrera. Chaney, visiblemente deteriorado, encarna a un retrasado mental aficionado a coleccionar cachorritos que se convierte en un furioso homicida bajo los tejemanejes del Dr. Murray. Atendiendo a los sudores a los cuales se somete durante toda la película, al lamentable estado físico mostrado y a las adicciones padecidas durante los postreros años de su vida, no creo que le costase demasiado meterse dentro del papel. Teniendo en cuenta estos referentes, la dinámica de inyecciones a la cual se presta en la ficción para superar un síndrome de abstinencia cobra un nuevo y siniestro significado.

Entre los bizarros momentos transcurridos durante el metraje de la película se encuentran un numerito musical made in Las Vegas presentado en íntegra gloria, una escena ideal para producir contracciones epilépticas bajo la excusa del LSD, el cameo de Forrest J. Ackerman, creador de Vampirella, y la sucesión de muertes más ridícula de la historia del cine.
Sí, soy consciente de que existen multitud de candidatas para dicho título, pero cómo definir de otra forma la patosidad infinita y la concatenación de casualidades que permiten llevar bajo tierra a la mayor parte del reparto antes de que luzca el rótulo "The End". Incluso el propio Drácula va narrando en voz alta sus últimos minutos de vida para que el espectador no caiga en la confusión. Todo un detalle.

Dracula vs. Frankenstein es una curiosidad a la que hay que enfrentarse con una excelente predisposición si se pretende sacar algo de provecho a cambio. Tarea difícil, pero no imposible para los acostumbrados a escarbar con pala en los estercoleros del celuloide zetoso más recalcitrante.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

¿Pero qué diablos tiene Frankenstein en la boca?

Lo que no me acaba de quedar claro es como se integran la historia de Frankie & Cía y la historia de los motoristas. Por lo demás, interesante planteamiento. Me pregunto de qué sería capaz Kenneth Anger de proponerse un cóctel semejante.

Saludos.

12:12 p. m.  
Blogger superdiscochino said...

¿Kenneth Anger?
Algo bastante gay, probablemente.

Yo tampoco entiendo la historia, la verdad, aunque en comparación con Horror of the Blood Monsters (también de Adamson) la de Drácula y Frankenstein parece un prodigio de coherencia y concreción.

Un saludo.

12:32 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Tiene una pinta de puta madre, y la cantante del escote esta par untar pan con queso y darle la mitad a el monstruo. Me la apunto.

4:37 p. m.  

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