16.4.06

Yabu no Naka no Kuroneko


YABU NO NAKA NO KURONEKO

Kaneto Shindô, 1968

Kichiemon Nakamura
Kiwako Taichi
Nobuko Otowa
Kei Sato

3,5/5


En el Japón feudal inmerso en periodo de guerra un par de mujeres son sorprendidas por la inesperada visita de un grupo de samuráis hambrientos. Los intrusos no se contentan con irrumpir por la fuerza en su morada, sino que engullen toda la comida que encuentran y, para terminar de saciar su apetito, se apropian de los cuerpos de las indefensas féminas. Tras la consumación del delito prenden fuego a la casa con el fin de no dejar prueba alguna de su paso por el lugar.

Sin embargo, se produce un inusual fenómeno que deja intuir la intervención de algún tipo de inteligencia sobrenatural. Una vez la combustión ha tocado a su fin entre maderas calcinadas y cortinas de humo se hallan los cadáveres intactos de las dos mujeres. Hacia ellos se aproxima la figura felina de un gato negro que lame sus heridas en el cuello con singular dedicación.

Poco después comienzan a ocurrir una serie de hechos no menos inexplicables en torno a Rajomon. La luz de cada día revela macabros hallazgos de samuráis brutalmente asesinados; su cuello desgarrado y desprovistos de sangre. El pueblo no tarda en atribuir los asesinatos a malignos espíritus del bosque que, dicen, ejercen su maléfica influencia de noche en aquellos viajeros temerarios que osan atravesar la senda que discurre entre las cañas de bambú. Si alguien acudiese al mencionado lugar en busca de respuestas se encontraría invariablemente con una mujer que solicita compañía para cruzar el bosque por miedo a los bandidos. Al llegar a casa ofrece su hospitalidad al gentil caballero y allí, en presencia de una mujer mayor con la cual comparte vivienda, provee sake y placeres derivados de la carne. No obstante, ella sólo parece interesada en el líquido rojo que circula por las venas del hombre.

El espanto de los campesinos y gente de bien va en aumento y la difícil papeleta de resolver la situación recae en Gintoki, un samurai de reconocido prestigio que recién acaba de volver de la guerra para constatar que su hogar ha sido reducido a cenizas y su esposa y madre están en paradero desconocido.
El reencuentro con sus seres queridos no tardará en efectuarse, pero bajo unas condiciones que parecen obedecer a una terrible broma cósmica.

Kaneto Shindô es conocido por el público occidental gracias a la gran acogida otorgada en festivales internacionales a la película que posiblemente constituya su obra maestra, Onibaba (1964). Indudablemente en este entusiasmo colectivo tuvo algo que ver el hecho de que hace unas décadas por nuestras latitudes las tradicionales historias japonesas de espíritus aportaban un toque de exotismo inusitado y cegador. De haber constituido ésta la única virtud de Onibaba su valor en retrospectiva no habría pasado de anecdótico, y en cambio su poder de fascinación permanece intacto a través de los años. Buena parte de la culpa puede ser adjudicada a Kiyomi Kuroda, encargado de la sublime fotografía y que junto al propio Shindô comparte la responsabilidad de la sobrecogedora atmósfera impregnada en el filme. El mismo tándem repite autoría y méritos en Yabu no Naka no Kuroneko con una propuesta similar pero mucho más abocada a la vertiente sobrenatural, perfectamente puntuada por la inquietante banda sonora, que el título precedente.

Desde el mismo comienzo se nos sumerge en una lógica pesadillesca cuya escenografía bebe del teatro, especialmente en lo referente a la configuración del espacio gracias a la iluminación. De este modo se revelan súbitamente áreas ocultas contribuyendo así a la creación de un mapa visual atractivo e impregnado de misterio. No es el único elemento teatral incluido en la cinta, pues también se hace uso, para perplejidad del espectador occidental, de bailes tradicionales japoneses a modo de preludio de los ataques del ser mitad mujer, mitad felino.
Otro aspecto técnico digno de mención es la utilización de cuerdas para simular los vuelos de los espectros, muy común en el cine de acción chino y que aquí hacen acto de presencia de forma moderada.

El argumento de Yabu no Naka no Kuroneko no persigue la originalidad a toda costa, sino más bien lo contrario. La historia de venganza urdida desde ultratumba ha conocido miles y miles de interpretaciones a través del cine y este filme ahonda nuevamente sobre la misma estructura, aunque tampoco sería conveniente pasar por alto ciertos detalles que aportan el necesario matiz diferencial a la trama.
Por una parte nos encontramos con el añadido del parentesco familiar entre el héroe encargado de desahuciar a las apariciones (es marido de una e hijo de otra, recordemos) que plantea incógnitas morales a la hora de anteponer el querer al deber. No obstante, el amor no viene acompañado por la redención en este caso. Cualquier resquicio de tranquilizadora justicia divina se hace añicos en la recta final de la película, concluyendo en una memorable escena tan exquisitamente rodada como desconcertante.
Por otro lado, se aprovecha el guión para sembrar a nivel subtextual observaciones sobre las desigualdades entre estructuras sociales en el contexto del Japón feudal de manera parecida a como hiciera Akira Kurosawa en la a todas luces magistral Shichinin no Samurai (1954).

En conjunto se trata de una película notable cuyo mayor defecto escapa a su naturaleza, puesto que las comparaciones temáticas y plásticas con la superior Onibaba son prácticamente inevitables. Aconsejo en la medida de lo posible apartar de la mente semejante referente y enfrentarse a la obra con ojos limpios. Evidentemente, si no se ha visto previamente el título mencionado resulta trabajo sencillo.