19.4.06

Mantis in Lace


MANTIS IN LACE

William Rotsler, 1968

Susan Stewart
Steve Vincent
M.K. Evans
Vic Lance

1,5/5


Ácido lisérgico. LSD. Siglas bajo las cuales se esconde una de las sustancias más indómitas que conoce el ser humano. Inspiradora de la inmortal Lucy in the Sky with Diamonds. Azote de mentes. Un billete en blanco para viajes a través de las cuatro dimensiones.

Lejos ya quedaron las esperanzas puestas en su empleo terapeútico. Su descubridor (al menos de cara a la comunidad científica), el Doctor Albert Hofmann, no fue capaz de establecer unas bases mediante las cuales mereciese la pena seguir investigando sus posibilidades en el tratamiento de enfermos. Queda pues el uso recreativo, hoy en día relegado a un segundo o tercer plano, cuyo periodo de mayor popularidad se alcanzó entre finales de los sesenta y principios de los setenta con la emergente comunidad hippie como principal diana.

Lógicamente el cine underground norteamericano, especialista en tratar todo tipo de temas incómodos para un país acostumbrado a la doble moral, no tardó en hacerse eco de los espirulizantes efectos de la droga que hacía estragos entre la juventud. Uno de los exponentes principales de esta tendencia es la película que nos ocupa: Mantis in Lace (también conocida como Lila).

Lila es una bailarina exótica que se gana la vida meneando las caderas en un cutre-club de striptease. Fémina con las ideas muy claras, de carácter independiente y desinhibida en lo sexual, seduce a los clientes arrastrándolos a un siniestro almacen que utiliza de picadero virtual. Su conquista de turno le propone iniciar un viaje en parelelo a su desenfreno amoroso mediante "la materia de la que están hechos los sueños". La joven descubre un nuevo universo de formas y colores sobrenaturalmente bellos. Sin embargo, la ensoñación se transforma en pesadilla y Lila comienza a percibir a su parternaire como a un peligroso desconocido que pretende dañarla con un plátano (sic).

Entonces echa mano de la primera cosa que encuentra para defenderse, un destornillador oportunamente colocado al lado del mugriento colchón donde yacen. Repetidamente apuñala al sorprendido muchacho para más tarde trocearlo con un cuchillo de carnicero.

Al día siguiente nuestra protagonista no recuerda nada de lo sucedido la noche anterior, así que prosigue su rutina de seducción, ingestión de LSD y descuartizamiento. La policía por su parte inicia las pesquisas para arrestar al asesino en serie, pero se encuentran tan perdidos como Chris Rock en una reunión del Ku Kux Klan. Es cuestión de reaccionar y amortizar el dinero de los sufridos contribuyentes.

Mantis in Lace es un producto extremadamente coyuntural. Como tal, ha envejecido fatal y hoy en día su valor no trasciende el de la mera curiosidad, por mucho que se acostumbre a listar entre los títulos más interesantes del cine de culto.

Sí, es cierto que el tema que trata era territorio casi virgen en el momento del rodaje, pero eso no justifica su anodino desarrollo a ojos de un espectador del Siglo XXI. Por si fuera poco se sirve en bandeja el extraer una lectura moralista de lo narrado, pues se demonizan tanto las mismas drogas como el sexo sin ataduras, recibiendo al final de la cinta los implicados su "justo" castigo. Claro que este recurso solía usarse para colar las salvajadas más gratuitas bajo la atenta mirada de los censores, si bien en este caso apenas hay carnaza susceptible de ser pasada por las tijeras.

A los cinéfilos ávidos de emociones fuertes el metraje del filme le parecerá intercambiable por el de uno de la Disney, y es que posiblemente ciertos momentos de obras como Dumbo que todos tenemos en mente ganen en subersividad y atrevimiento a las apocadas imágenes contenidas en Lila.

Otro aspecto desfasado es el lenguaje empleado por los personajes, tan cool en su momento como irritante en la actualidad. ¿Cuántas veces seremos capaces de soportar el uso del término "groovy" durante el transcurso de la película?
Seguramente más que los tediosos numeros de baile ¿erótico? desperdigados a lo largo de la historia. Al ser un filme de trama endeble, se diseminan estas secuencias a modo de space filler para tener entretenido al público. Loable intención que cae en saco roto al poner las chicas el mínimo entusiasmo concebible, hasta el punto que una danza del vientre se equipara en atractivo visual a observar la descomposición de un filete de ternera.

Tampoco despierta pasiones una escena en la que el dueño del local de striptease hace el amor con una de sus asalariadas. Ni es relevante para el desarrollo del guión ni la dirección de la misma produce una leve excitación. Podría tratarse de un hecho aislado, pero poco después presenciamos a dos bailarinas frotándose aceite y recitando (muy a desgana) unos diálogos relacionados tangencialmente con la idea central del filme.
Y mejor será no comentar la ridícula investigación policial con la que de vez en cuando se nos martiriza. Es preferible dejarlo a modo de apunte.

Como con toda probabilidad deducirán, el material de relleno abunda induciéndonos a un festival de bostezos que afortunadamente podemos aligerar gracias a la función de avance rápido.
Ahhh, benditos mandos a distancia.

Hablando de estos aparatos, quizás los dejen quietos durante los ya famosos delirios lisérgicos que padece Lila. No obstante, el tratamiento de los efectos del LSD roza lo pueril tanto en lo sonoro como en lo visual, revelando la limitada imaginación de la persona tras la cámara. Aún así, sustituir el cuerpo de las víctimas por melones en el momento de despedazarlos constituye una feliz ocurrencia.

Quizás lo único salvable de la película sea la banda sonora, que no por repetitiva deja de poseer un agradable impacto auditivo. Empezando por el hipnótico tema principal, "Lila", que relata entre lánguidos acordes de guitarra las costumbres de la femme fatale protagonista, hasta llegar a la música ambiental de las secuencias en el local nocturno que "homenajea" ritmos fácilmente reconocibles como el "Can't Explain" del fantástico grupo liderado por Arhtur Lee, Love.