21.4.06

Ika Resuraa


IKA RESURAA

Minoru Kawasaki, 2004

Osamu Nishimura
Kana Ishida
Eiichi Kikuchi
Hirohisa Nakada

2,5/5


La vida del luchador profesional de wrestling japonés es imprevisible. Tan pronto te alzas con el título de campeón nacional tras una ardua refriega como aparece de la nada un calamar gigante, sube al ring y hace que beses la lona. Que se lo digan al pobre Koji Taguchi. Su alegría fue efímera; se esfumó al contacto con viscosas extremidades.

Pero, cómo es posible que un calamar sea capaz de plantarle cara a un experimentado luchador y, lo que es más importante, ¿por qué?.
El enigma tiene una sencilla, aunque bizarra, explicación según algunas voces. Lo que parece un monstruoso trasunto de criatura submarina no es más que la reencarnación de Kan-ichi Iwata, antiguo campeón y eterno rival de Koji retirado de la competición (y desaparecido de la vida pública) tras ser diagnosticado con una terrible enfermedad.

Iwata reclama el cinturón que por derecho propio le pertenece y no termina ahí su lista de exigencias pues también desea la vuelta a sus brazos de Miyako, su novia en tiempos pretéritos actualmente compartiendo cama con Koji. Desafortunadamente para él, Miyako no parece muy interesada en hacerle mimos a un ser gelatinoso y multitentacular. Otras no se andan con tantos remilgos, todo sea dicho.

Mientras tanto, en vista de las espectaculares cifras de audiencia logradas por tan inesperada aparición se planea la revancha oficial del primer combate entre especies jamás televisado.
¿Quién se alzará triunfante: humano o cefalópodo? Puede que antes de la refriega se produzca alguna sorpresa que nos lleve a replantear tal pregunta…
Y si esta incomprensible fusión ha tenido lugar, ¿será posible la aparición de nuevos casos con distintos animales? Parece que el día en el que un luchador mitad hombre, mitad langosta se calce las mallas y suba al cuadrilátero está mucho más cercano de lo que podría pensarse.

ka Resuraa nos retroatrae a una época feliz para el cine japonés; una época colorista poblada por asombrosas criaturas antropomórficas que hacían las delicias de adultos e infantes. No se ofrecían explicaciones porque éstas no eran necesarias. Cualquier disparate era permitido e incluso abrazado con entusiasmo. El sense of wonder tan mentado últimamente, así, en inglés porque cubre harapos que es un primor.

Ustedes conocen el funcionamiento: lo que para unos es sano e intrascendente escapismo para otros pone en evidencia la imbecilidad de sus creadores y a su vez hace cuestionarse las facultades intelectuales de sus espectadores. A estas alturas de la película lo más probable es que ya hayan escogido bando, con lo cual todo intento de adoctrinamiento por mi parte sería fútil. Tampoco me compete a mí, gracias sean dadas, instruir sobre el manejo de las armas a emplear en el duelo.
Eso sí, si se me permite la sugerencia aconsejo pistolas y al amanecer. Lo suyo es componer una escena pertinentemente cinematográfica. Cuestión de estética.

Los personajes del filme aceptan los prodigios narrados tal y como les llegan. No existe conflicto racional alguno y tampoco se pretende trasladar al espectador la responsabilidad de formularlo.
Si acaso se establece un pintoresco trasfondo en el cual desarrollar una historia integrada por elementos de sobra conocidos. La caída en gracia y posterior redención, el afán de superación, volver a encender la llama del amor perdido, reparar los tejidos dañados de la unidad familiar… Nada de esto resulta particularmente novedoso, por no decir que su uso (y abuso) en artefactos narrativos ha sido tratado hasta la nausea.

Queda claro que aquí el atractivo reside en ver a un hombre embutado en un gomoso disfraz de calamar gigante repartiendo golpes con cada agitación de sus tentáculos. Tampoco estorban las escenas románticas entre el ser y su antigua novia, paseando acaramelados por las calles superpuestos a un cielo de postal. O las secuencias de compra de comestibles en el mercado, bolsa en extremidad.
Detalles que garantizan al menos una sonrisa cómplice y, sin embargo, no terminan de convertir al producto en algo más que una simpática ocurrencia.

A Ika Resuraa se le pueden achacar muchos defectos, pero no el de engañar a su público. Aparentemente es una película tan simple como una acelga… y su visionado ratifica esa condición. Sin embargo, en ocasiones se echa a faltar una mayor riqueza conceptual aunque sea a base de dobles lecturas traídas por los pelos. De ello se aprecia un tímido apunte al intentar relacionar al hombre-cefalópodo con el estado de frustración social del pueblo nipón. Por desgracia (o por fortuna, que también), pronto se olvida esta curiosa analogía a favor de la vertiente kistch de la trama.
Si tan sólo hubiesen sido capaces de atenuar la vena sentimentaloide (remarcada por empalagosas piezas musicales de piano), uno podría conformarse sin demasiados problemas con el espectáculo ofrecido.

En cualquier caso, y a pesar de los defectos mencionados, se trata de un ameno filme susceptible de ser disfrutado por la familia al completo si obviamos las puntuales referencias al sexo (nunca demasiado explícitas) a las que los tiernos infantes del mundo occidental no están acostumbrados. Hacen falta unos cuantos Spongebob Squarepants para terminar de romper ciertos esquemas.

6 Comments:

Blogger Borja said...

Esta justo la puse en cola de futuras bajadas hace poco, tiene buena pinta, pero también da la sensación de que va a ser demasiado simple y demasiado tontorrona, incluso para un calamar luchador.

11:40 a. m.  
Blogger kuroi yume said...

Brutal!!
Acaba Vd. de ganarse mi corazón.
Pasa a formar parte irremediablemente de mis blogs de visita diaria.

Gracias por la reseña y nos leeremos por aquí.

Saludos,
Yume

12:22 p. m.  
Blogger superdiscochino said...

Así es, Borja.
Pero como el ancho de banda es relativamente barato hoy en día, bien merece la pena que lo compruebe usted mismo.

Kuroi Yume: Gracias a usted por leerme.

Saludos.

4:20 a. m.  
Blogger Unknown said...

Joder, que filme. Vale realmente la pena visionarlo. Un saludo superdiscochino
;-D

10:15 p. m.  
Blogger c said...

El gran fallo de esta película es que lo que presuntamente debería ser zetosidad casual y demente, es totalmente deliberada. Y claro, se les ve el truco. Pero eso no quita que sea de lo más entretenida. ¿Ha visto la última de este tipo que se va a estrenar: El Cangrejo Portero? Tengo alguna información del film en mi (ejem) blog. Saludos!

12:30 a. m.  
Blogger superdiscochino said...

Nope, pero gracias por ponerme en la pista.

Veo que ha disfrutado lo suyo con School of the Holy Beast. Norifumi Suzuki es un monstruo, ¿verdad?

Saludos.

10:21 a. m.  

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