24.4.06

Bloodrayne (an Uwe Boll Experience)


BLOODRAYNE

Uwe Boll, 2005

Kristanna Loken
Ben Kingsley
Michael Madsen
Michelle Rodríguez

2/5

Desde el inesperado y monumental éxito del primer Tomb Raider, que convirtió a Lara Croft en una estrella mediática a escala mundial, se han producido numerosos videojuegos protagonizados por heroínas de acción dotadas de generosos atributos físicos en un intento de rentabilizar los bajos instintos de millones de adolescentes a la vez que se proporcionan figuras susceptibles de identificación para el pujante sector femenino de jugadores. Sin embargo, el público consumidor de videojuegos no es fácil de complacer y exige algo más que un puñado de sugerentes polígonos bien situados para satisfacer sus aspiraciones lúdicas, por lo que la inmensa mayoría de estas tentativas han gozado de escasa fortuna. De entre las excepciones destaca Bloodrayne, título protagonizado por una sádica dampira que, si bien no ha batido récords de ventas ni acaparado excesivas alabanzas por parte de la prensa especializada, ha logrado amasar una considerable legión de seguidores que se ha mantenido fiel a la trayectoria del personaje a través de la secuela del videojuego, su posado en Playboy (detrás del cual se esconde un concepto de espeluznantes posibilidades), los cómics editados por Digital Webbing y, como última y quizás definitiva parada, la adaptación fílmica dirigida por el gran Uwe Boll.

Situando a los no iniciados: Rayne es una muchacha nacida de la unión a la fuerza de una mujer mortal con el vampiro Kagan. Poseedora de todos los poderes de los chupasangres pero sin las ataduras de sus debilidades (excepto la aversión al agua), Rayne se encuentra al servicio de la Sociedad Brimstone, una organización secreta encargada de eliminar toda amenaza sobrenatural que aceche a la raza humana. Tras jurar vengarse de su padre, que además de ser un reprobable agresor sexual la dejó huérfana, exterminará a todo vampiro que halle a su paso ayudándose de objetos afilados y una inexistente consideración por la integridad física de sus víctimas.

Habiendo jugado a fondo a la primera entrega (y dejándola por imposible al llegar al enemigo final, para mi absoluta desesperación), encuentro injustificada la mala fama asociada al título. Bloodrayne es un divertido juego que como shooter puede resultar mediocre, pero que gracias a las habilidades vampíricas de la protagonista y a su considerable carisma adquiere una nueva y mucho más disfrutable dimensión. Porque, no sé ustedes, más yo no puedo evitar sentir cariño por un entrañable personaje que suelta perlas como “Oye, creo que se te ha caído algo al suelo” tras cercenarle un brazo a un nazi con sus cuchillas tamaño familiar.
Probablemente se trate del típico caso en el que lo llamativo del envoltorio (senos oscilantes y protuberancias traseras por doquier) influya de forma negativa en la percepción global del producto. Desde luego, no es mi opinión. Siempre he mantenido que dichos elementos ensalzan cualquier presentación de forma directamente proporcional a su carácter gratuito (al menos a priori, que ejemplos de lo contrario también hay).
A Jean Luc Godard el truco le funcionaba con Brigitte Bardot (véase la semi-explotativa y descaradamente intelectualoide Le Mépris), aunque no todos los directores son como Godard (por suerte, exclamarán algunos).

Como mínimo ha de concederse que el concepto del juego posee cierto potencial, o en caso contrario sería difícil explicar los 25 millones de dólares invertidos en el filme. Claro que si al cuantioso presupuesto se le añade el nombre de Uwe Boll como encargado del proyecto, cabe preguntarse qué tipo de demencia aqueja a los productores (al menos la de uno de ellos, el propio Uwe, es conocida) y si visto uno de los signos incontestables del Apocalipsis queda algún futuro para la humanidad como tal.
La respuesta no parece demasiado halagüeña, ya que en su nueva incursión cinematográfica, In the Name of the King (adaptación del videojuego Dungeon Siege), Boll es responsable de rentabilizar nada más y nada menos que 60 millones de dólares.
Aún están a tiempo, ¡arrepiéntanse!

Pero antes de comenzar con los juicios de valor merece la pena hacer un somero recorrido por los nombres implicados en la ejecución (prácticamente en su acepción literal) de la incursión fílmica de Rayne.

Uwe Boll – Casi tan divertidas como sus propias películas son las plataformas populares dedicadas a suplicar su alejamiento de los platós de rodaje y muy especialmente de lo que ha constituido el grueso temático de su producción norteamericana, es decir, los videojuegos. Boll posee una capacidad intelectual y de autocrítica virtualmente nula, y sus filmes constituyen un vivo reflejo de ello. Cabría esperar que existiese un público adecuado para sus películas, pero éste no se haya ligado a la gran pantalla puesto que todas las cintas que rodado han tenido un pobre rendimiento en taquilla (en el caso de Bloodrayne podría hablarse incluso de un estrepitoso fracaso). Sin embargo, el mercado de DVD se ha mostrado mucho más receptivo a la obra de Boll consiguiendo cifras importantes en ventas y alquileres, lo cual pone de manifiesto la auténtica naturaleza de estos productos, cercanos en contenido a la gran tradición de serie B videoclubera.
¿Acaso en un tiempo pretérito libre de cinismos y campañas de odio a través de internet no acogeríamos con alborozo títulos como House of the Dead?

Entre los planes del que esto escribe figura estudiar detenidamente la desconocida “etapa alemana” del director, que promete emociones fuertes como Sanctimony (2000) con el extraordinario Casper Van Diem metido en la piel de un asesino en serie.
Se informará debidamente.

Guinevere Turner – Polifacética cineasta cuya carrera se ha desarrollado por la triple vía de la interpretación, escritura y dirección en filmes del circuito independiente, principalmente lésbico (ver Go Fish, 1994), si bien en su currículum no faltan incursiones en el mainstream como la adaptación de la hiperviolenta novela de Bret Easton Ellis American Psycho (2000).

Guinevere suele firmar unos guiones bastante cuidados, con un tratamiento de los personajes que pone el énfasis en su lado humano, lo cual la convierte en una extraña elección para una historia como la de Bloodrayne y más aún en vista de los resultados obtenidos. Si acaso, y estableciendo conexiones tangenciales, su relación con la película podría estar unida a la bisexualidad de Rayne (cuya incidencia en los videojuegos es anecdótica) o con la de la propia Kristanna Loken.
Por supuesto, que la orientación sexual de ambas mujeres sea compatible no implica ningún tipo de ligazón entre ellas más allá de lo meramente profesional, pero uno no puede evitar pensar que Loken y Turner harían una pareja muy atractiva.
Será cosa de haber visto demasiados deuvedés de Viv Thomas.

Olaf Ittenbach – El encargado de los efectos especiales de Bloodrayne es un viejo conocido para los aficionados al mugriento y anímicamente pernicioso gore alemán, aunque su producción siempre fue mucho más luminosa que la de su perturbador compatriota Jörg Buttgereit.

Si no conocen títulos como Burning Moon (1992) o Premutos (1997) ya están poniendo sus mulas o anímales equivalentes a trabajar. Preparen los snacks aceitosos y relajen la mandíbula. Luego agradecerán el consejo.

Su labor en Bloodrayne no alcanza los niveles de espectacularidad reservados a las grandes superproducciones de Hollywood, pero resulta lo suficientemente convincente como para pasar desapercibida.

Kristanna Loken – Esta ex-modelo había hecho sus pinitos en el cine y televisión antes de obtener el papel por el cual será recordada para toda la eternidad o los próximos quince minutos, lo que llegue antes, el T-X de ese pináculo del reciclaje fílmico llamado Terminator 3 (Jonathan Mostow, 2003).

A pesar de que su participación en dicho título recibió algún que otro elogio, el resto de sus apariciones por la gran pantalla llevan a plantearse si los movimientos mecánicos y la robótica gesticulación de Loken como el T-X eran debidos a la aplicación de una excelente técnica interpretativa o a una clamorosa falta de talento. Ni mucho menos me considero un experto en la materia, así que lo único que puedo alegar en defensa de la muchacha es que, sin lugar a dudas, he visto a unas cuantas actrices peores (triste argumento, soy consciente). Como mínimo Loken cuenta con un físico que aporta verosimilitud a su candidatura como heroína de acción, aunque existen voces maliciosas que no dudan en calificarla de gorda (¡GORDA!).

Kristanna no debió quedar insatisfecha de su colaboración con Uwe, puesto que ha repetido en la esperada In the Name of the King.

Ben Kingsley. Perdón, Sir Ben Kingsley (o su muñeco) – Todo un peso pesado de la interpretación con un sentido de la orientación de su carrera profesional tan escaso como grande es su ego (si damos crédito a ciertos rumores, exige ser tratado de Sir por el personal involucrado en las películas en las que participa).
Kingsley aceptó tomar parte en Bloodrayne por motivos que aún hoy son objeto de intensa especulación. Las posibles causas barajadas incluyen la ruina económica, curiosidad por encarnar a un vampiro por primera vez en su carrera, falta de riego en el cerebro o un afán autodestructivo que bordea lo patológico.

En cualquier caso, cabe destacar que, contrariamente a lo que pudiera parecer, Kingsley alcanza en Bloodrayne uno de los mayores logros de su carrera y puede que incluso del arte escénico en sí. De qué otra manera podríamos valorar el virtuosismo demostrado al dar vida a un muñeco de sí mismo que interpreta al actor que a su vez interpreta al vampiro Kagan. Porque partimos de la premisa de que la imagen que vemos en la película es la del auténtico Ben Kingsley y no la de un trasunto generado mediante infografía o una creación animatrónica. Siendo así, la única explicación a la sobrenatural falta de expresividad y la casi total ausencia de movimientos (el 80% de su tiempo en pantalla lo pasa sentado) es la anteriormente mencionada.
La verdadera calidad de un artista se demuestra inmerso en las circunstancias más adversas, y es ahí donde Kingsley se alza triunfante.

Michael Madsen – El prestigio acumulado gracias a sus intervenciones en los filmes de Quentin Tarantino ha sido insuficiente para que Madsen engrose la “Lista A” de famosos. Su rostro se ha convertido en habitual de cierto tipo de modestas producciones que se ven beneficiadas del carisma del actor a título no oneroso.

En Bloodrayne Madsen se contagia del clima general y ofrece una de las peores actuaciones que recuerde. No es sólo su aspecto de acabar de arrojar por la boca los restos de la borrachera de la noche anterior tras haber dormido encima de un conjunto de piezas de tente o su etílica dicción, sino que su porte corriendo en el bosque enfundado en leotardos medievales resulta una visión tan descorazonadora como presenciar el estrangulamiento de un gatito.
Únicamente con rememorarlo se me humedecen los ojos.

Michelle Rodríguez – El talento artístico de Michelle Rodríguez se resume en haber perfeccionado una técnica que le permite aparentar ser una chica de armas tomar a base de poner caras que reflejan estados avanzados de estreñimiento.

En esta ocasión amplía su repertorio gracias a la colaboración de sus pezones, en perpetuo estado de erección, logrando así doblar su capacidad de transmitir emociones.

Udo Kier – El alguna vez calificado como “hombre más bello del mundo” tiene un mastodóntico historial de participaciones en productos comparados con los cuales Bloodrayne constituye una obra maestra (y si creen que exagero, atentos al futuro comentario de Dracula 3000), entre bizarreses diversas y pinitos puntuales en el cine de auteur.

Kier seduce. Kier siempre aporta un toque de distinción allá por donde pisa. Kier, en definitiva, es indestructible.

Meat Loaf – Inmenso cantante de ínfulas operísticas cuya reconversión por la vía de la actuación no acaba de fructificar. El espectador medio recordará sus rotundas mamas en Fight Club (David Fincher, 1999) y los espectaculares videoclips del disco Bat out of Hell II.

En Bloodrayne hace acto de presencia bajo un pelucón de dimensión king size rodeado de prostitutas rumanas desnudas. Alguien debió advertir que contratar “profesionales” salía más económico que hacerse con los servicios de actrices reales… y seguro que miembros del reparto como Michael Madsen acogieron el apaño con entusiasmo.

Billy ZaneZane se ha ganado una fama de antipático no tanto en lo referente a su persona fuera de los platós, sino en función de su repulsiva apariencia. Servidor estaría tentado de unirse a esta corriente de negatividad de no ser porque su contribución en la cinta resulta bastante divertida. De hecho, parece ser el único consciente del terreno por el que se mueve y lo observa todo con aire despreocupado, disfrutando de la experiencia.

Billy apenas sale en un par de escenas que a todas luces fueron insertadas como decisión de última hora en la cinta (por lo visto se hallaba rodando en Rumanía, y al enterarse Uwe fue invitado a participar en el rodaje), ya que su relación con el hilo argumental de la película apenas está justificada. Para acabar de redondear la faena, comparte sus limitados minutos frente a las cámaras con el terrible Will Sanderson, asiduo a las Boll-producciones, formando de esta forma un dúo mortal de necesidad.

Geraldine Chaplin – La sexagenaria hija de Charlie Chaplin puede presumir de haber prestado su voz y cuerpo a un sinfín de filmes, siendo unos cuantos de notable factura. Como en el caso de Ben Kingsley, el motivo por el cual a estas alturas de su carrera ha sentido la necesidad de añadir Bloodrayne a su currículum vitae a sigue siendo un misterio.

Geraldine da vida a una adivina cuya principal profecía es augurar un fracaso descomunal de taquilla para la película. Uwe Boll, perdido en los recovecos de su egocéntrico universo, prefirió hacer caso omiso de las advertencias.

Una vez analizada la plantilla principal de artífices del filme llega el momento de ocuparse del guión. Lo primero que saltará a la vista a todos aquellos que hayan probado el videojuego es el drástico cambio de escenario sufrido con respecto a éste. De un festival de matanza de nazis con los que Rayne se ensaña a placer se pasa a una inocua y poco inspirada aventurilla medieval en busca de objetos místicos.
Es cierto que se trata de una historia de origen por lo que el viaje hacia atrás en el tiempo se halla dentro de lo permisible, pero no se puede olvidar que tanto Uwe Boll como una parte importante del capital con el que se financió el filme son de procedencia alemana. Conocido es el repelús de dicho pueblo a recordar cualquier dato de una etapa de su pasado que les ha costado muy cara, así que no tiene demasiado sentido echar sal en la herida.

El nuevo emplazamiento sirve de excusa contextual para enlazar una serie de situaciones con una coherencia interna y simpleza estructural mínima, tal y como sucede habitualmente en el mundo del entretenimiento electrónico.
La analogía entre escenas cinematográficas y fases de un videojuego llega hasta tal punto que se identifican incluso los enemigos finales (impagable el tarugo deforme equipado con una maza que asalta a Rayne en el monasterio) y trampas de vocación plataformera. Recurso que, por otra parte, Boll utilizó con anterioridad en House of the Dead (2003), claro que allí fue aún más lejos e intercaló secuencias del juego original entre el metraje de la película.

Debido al desarrollo a trompicones de la trama no sorprenden los mencionados cortes protagonizados por Billy Zane, integrados en el resto del filme a mazazo limpio. Tampoco una de las dos marcas de la casa predilectas de Uwe (la otra sería trasladar la localización de la historia a una isla), una secuencia de sexo surgida de la nada.
Al menos en esta ocasión ganamos el poder presenciar los agradables senos de Kristanna Loken, aspecto nada baladí según el esquema de valores del director alemán que en una entrevista defendía su obra de otros títulos protagonizados por heroínas de acción mediante el siguiente discurso: “¡Le chupa la sangre a la gente! No es como Elektra o Catwoman. Ellas nunca hacen toppless o practican el sexo. ¡ELLAS NUNCA LE CHUPAN LA SANGRE A LA GENTE!”
Cuánta razón tiene el bueno de Uwe. O es que alguien se atreve a discutir que filmes tan deleznables como los mentados hubiesen ganado enteros si sus protagonistas saliesen en toppless, practicando sexo… ¡y chupándole la sangre a la gente!
Que alguien apunte el nombre de Boll para sus respectivos remakes o secuelas a la orden de ya.

En materia de diálogos se constata que Guinevere Turner no ha invertido ningún empeño en el encargo, pues la mayoría de las frases suenan forzadas cuando no directamente ridículas. Si el comienzo es flojo peor van poniéndose las cosas conforme la película se aproxima al final, teniendo que escuchar incrédulos un alegato que busca emocionar al espectador (con subida del hilo musical incluida, ¡por Dios!) y consigue avergonzar hasta al propio reproductor de DVD.
Mención aparte merece el duelo interpretativo entre Kingsley y Loken que, patadas y ralentizaciones a lo Matrix mediante, intercambian una serie de frases tan manidas como la mil y una veces explotada relación de antagonismo entre los personajes.
Y lo más lamentable de todo es comprobar que la carismática pelirroja del videojuego ha perdido por completo en el transvase al celuloide la mordacidad, el sadismo y el negrísimo humor que la hacían tan atractiva hasta convertirla en un mediocre pelele.
Turner debió poner un mayor esfuerzo en el texto en vez de escribirlo, como sospecho, entre descansos de sus obligaciones con la serie The L Word.
Lo mismo pasarse las horas fantaseando con Loken ha influido negativamente en la calidad del escrito. De ser así, estoy dispuesto a mostrarme comprensivo.

El apartado técnico, en contrapartida, es de una factura bastante competente. La fotografía, por ejemplo, no alardea de mérito artístico digno de mención, pero sí que consigue dulcificar el visionado del filme especialmente durante los planos aéreos de viaje a caballo que parecen robados a El Señor de los Anillos.
Boll desempeña una labor irregular tras las cámaras como es acostumbrado aunque su ineptitud ha sido magnificada por la crítica y el público, y, salvo ciertos descalabros en el último tramo de la cinta, el conjunto se hace relativamente digerible.
Sin embargo, la coreografía de las peleas es deficiente y el truco de emplear planos cerrados y breves no engaña a nadie. Destaca por su falta de dinamismo el combate entre Rayne y Kagan, fallido a pesar del detalle de tratar de mimetizar algunos de los movimientos del videojuego. Gran parte de la culpa puede atribuirse a un Kingsley que se niega a ejercer cualquier tipo de actividad más allá del mínimo exigible para demostrar que se trata de un ser humano (de lo cual hago públicas mis sospechas).
Para finalizar el repaso es pertinente destacar que la funcional banda sonora se ve enturbiada por enervantes voces de fondo que en vez de apuntillar una atmósfera misteriosa hacen que entren ganas de levantarse y gritar al televisor “¡¡¡Os queréis callar de una puta vez!!!”.
Si a ustedes también les sucede recuerden que el pobre electrodoméstico no tiene responsabilidad alguna. O, mejor, piense en los niños. ¿Pero es que nadie va a pensar en los niños?

Bloodrayne es un título cuyo presupuesto desborda no sólo a su acabado, sino también al propio espíritu de la película. Comete el grave error de tomarse demasiado en serio a sí misma (con la habida excepción del trabajo de Billy Zane) cuando no es más que un disparate de proporciones notables y en eso debería haber quedado. Porque Uwe Boll puede ser el destructor de los mitos venerados por miles de personas que le profesan una animadversión sin parangón, más para unos cuantos, entre los que me incluyo, es un simpático personaje que revive de alguna forma la tradición de la serie B ochentera que tan buenos (y desprejuiciados) ratos nos ha hecho pasar. Flaco favor le otorgan cintas en tierra de nadie como Bloodrayne, demasiado neutras para destacar tanto por lo alto como por lo bajo, diga lo que diga su llamativa clasificación en la imdb.
Esperemos que In the Name of the King nos devuelva al mejor Uwe. Y que no falte una isla en la historia, como mandan los cánones.

11 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Sólo un imbécil puede no amar una película como House of the Dead

12:58 a. m.  
Blogger Kimota said...

Viva House of the Dead! Ewü aviv!

Pena que los de Nintendo le hayan dicho que no a dirigir "Zelda".

2:25 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

2:29 de la mañana, acabo de terminar el juego en el que se inspira la película de la forma más ruin, recurriendo a trucos. Ahora, antes de irme a la cama, casualidades del destino, me encuentro con que hay una adaptación cinematográfica.
Una gran reseña, le felicito, que hace ese señor tan simpático, Uwe Boll, se gane un rincón en nuestros corazones, ¿en serio que no hay isla? Seria una gran decepción. Como una peli de Woody sin chistes de judíos o una de M. Night Shyamalan sin giros inesperados.
Ya esta en las alforjas de mi mula.
Saludos.

2:37 a. m.  
Blogger FHNavarro said...

¿Y los subtítulos en español de Mad Monster Party?. Mis felicitaciones por el tocho, aunque la verdad, la peli, salvando las tetillas, no me apetece nada verla.

Un saludo

2:47 a. m.  
Blogger kuroi yume said...

No deja Vd. de sorprenderme, un macro-análisis de BloodRayne!!!

Dos apuntes: el trailer de "In the Name of the King" ya es un plagio de ESDLA, con lo que en esta se empezó a entrenar... Al final conseguirá este hombre hacer un pastiche de otras películas más que decente (creo va tras el camino de Tarantino, de ahí el pobre Madsen, cuyo handicap para no ser un actor de éxito es que está GORDO)

El otro punto es que el Sr Zane es un gran tipo, sólo hay que ver "El Caballero del Diablo" para asegurarlo. En realidad se está infiltrando en el resto de películas ñoñas ("Titanic", "Only You", etc.) para acabar con la industria desde dentro.

12:23 p. m.  
Blogger superdiscochino said...

Los subs de Mad Monster Party? estarán disponibles esta semana con toda probabilidad. ¡Paciencia!

Jaume, es usted un sucio tramposo. Con lo mal que lo pasé yo en algunos momentos del juego...

Saludos.

12:25 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Un deshueve este post, enhorabuena SD, menudas risotadillas se escaparon de mi interior leyendolo.
Dan ganas y todo de ver el film. :-)

6:36 p. m.  
Blogger superdiscochino said...

Muchas gracias por vuestros comentarios.

Sí, antes que por ésta merece la pena empezar por House of the Dead.
Precisamente mañana mismo me voy a pedir una copia en DVD Pacific por menos de 6 euros. ¡Y viene con audiocomentarios de Uwe! ¡Qué festín!

Saludos.

9:55 p. m.  
Blogger c said...

Amen, compañero. Y es que si Uwe te sonríe como en la imagen y con el pulgar hacia arriba vas de cabeza a donde sea.

3:34 p. m.  
Blogger kuroi yume said...

Ya le he visto!!!
Y es mala, cierto, pero no es la peor que he visto de Uwe (lease Alone In The Dark)

¿Se ha fijado que las escenas aereas de los caballos, son las mismas en toda la película, que pasan por los mismo sitios (da igual dónde estén argumentalmente), y que jamás se entiende quién persigue a quién ni quienes son los jinetes?

12:14 p. m.  
Blogger superdiscochino said...

Coincido en que Alone in the Dark es bastante peor. Con ésa me aburrí a ratos.

Las escenas a caballo van en consonancia con el guión. Lo de menos es a donde se va y por qué. Sólo importa el movimiento.

2:48 p. m.  

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